LA SENDA DEL GUERRERO

domingo, 20 de diciembre de 2020

 

LA BATALLA DE BALACLAVA



La Batalla de Balaclava se libró el 25 de octubre de 1854, durante la Guerra de Crimea (1853-1856) entre el ejército inglés y su coalición
( británicos, franceses y otomanos) contra el ejército ruso y  fue parte del asedio de Sebastopol.

El comandante británico, fue Lord Raglan, bueno en realidad su nombre era Fitz Roy Somerset, barón de Raglan, un noble [No podía ser de otra forma] secretario del duque de Wellington que había participado anteriormente en las Guerras Napoleónicas, donde había perdido su brazo derecho en la batalla de Waterloo. Si, ahora como vemos, las bofetadas se las daban entre antiguos aliados, cosa muy normal ya que el origen de las guerras son SIEMPRE económicas.

El comandante ruso, fue el General Pavel Liprandi, militar ruso de ascendencia hispano-italiana, otro veterano de las Guerras Napoleónicas. Liprandi después de la derrota de Napoleón, procedió a implementar reformas para mejorar las condiciones de vida de los soldados, recordemos sus precarias condiciones de vida y el mal trato a que eran sometidos.

El ejército Aliado estaba compuesto por 20.000 británicos, 7.000 franceses y 1.500 otomanos, comandados por suboficiales de artillería británica.

La Brigada Pesada fue comandada en ese momento por el Mayor General Scarlett, un anciano caballero en vísperas de la jubilación, que hasta este momento de su carrera aún no había visto acción en la batalla.

El ejército ruso, estaba compuesto por unos 20 batallones de infantería, unos 25,000 hombres y 78 cañones. Esas fuerzas estaban desplegadas a los lados y al fondo de un valle.

No relataré aquí todo el desarrollo de la batalla, pero sí un episodio que ha quedado para la historia, el alma colectiva y el cine,  me refiero a la famosa carga de la Brigada Ligera, que fue un desastre. Su oficial, británico, era James Brudenell, séptimo conde de Cardigan, que comandaba la Brigada Ligera, compuesta por unidades de dragones, lanceros y húsares.

Su desarrollo fue el siguiente.
Una vez entablada la batalla entre las fuerzas rusas y anglofrancesas, el comandante en jefe del ejército aliado, Lord Raglan, siguió el choque desde una colina. Desde allí pudo ver cómo, ante la presión de los cañones británicos, los rusos emprendían la retirada, llevándose consigo sus piezas de artillería.

Raglán envió un mensaje a George Charles Bingham, Lord Luncan (3.er conde de Lucan), oficial de caballería presente de mayor rango, en el que se le ordenaba lanzar un ataque contra las tropas rusas que estaban retrocediendo, para evitar que arrastrasen consigo su artillería.

El mensaje decía textualmente:
«Lord Raglan desea que la caballería avance rápidamente hacia delante, persiga al enemigo, e intente impedir que retire sus cañones. La artillería montada puede acompañarle. La caballería francesa se encuentra a su derecha. Inmediato».

El texto había sido redactado por un asistente de Raglan llamado Airey y confiado al capitán Nolan, quien insistió en que el ataque debía lanzarse «inmediatamente».

Cuando Luncan recibió la orden en mano se quedó perplejo. ¿A quién debía atacar? Desde su posición, en la parte baja de un valle, no podía ver a las tropas rusas en retirada, que estaban en la otra vertiente de la colina. El único ejército que Luncan podía ver desde su posición era el que estaba situado en la parte más alejada del valle, que luego sería conocido apropiadamente como el Valle de la Muerte.

Luncan, obedeciendo a los deseos de su superior, ordenó a Lord Cardigan, su cuñado, que lanzase a su caballería ligera contra la posición rusa. Como respuesta a la orden, Cardigan dirigió 673 jinetes directamente a través del Valle de la Muerte.

Evidentemente, ésas no eran las fuerzas rusas en retirada a las que se refería la orden de Lord Raglan; el auténtico objetivo se hallaba a un kilómetro y medio de esas posiciones, pero Luncan no podía ni verlo, ni saberlo.
La matanza estaba a punto de producirse.

Lord Cardigan describiría más tarde en un discurso en Mansión House, en Londres, lo que ocurrió. Su narración sería recogida y ampliamente citada en la Cámara de los Comunes:
Avanzamos por una pendiente gradual de más de un kilómetro. Las baterías vomitaban sobre nosotros obuses y metralla, con una batería a nuestra izquierda y una a nuestra derecha,
y el espacio intermedio erizado de fusiles rusos; así cuando llegamos a cincuenta metros de la boca de los cañones que habían arrojado la destrucción sobre nosotros, estábamos, de hecho,
rodeados por un muro de fuego
”.

Mientras ascendíamos la colina, (proseguía Lord Cardigan) el fuego oblicuo de la artillería caía sobre nuestra retaguardia, de tal modo que recibíamos un nutrido fuego sobre la vanguardia, los flancos y la retaguardia (...). En los dos regimientos que tuve el honor de dirigir, cada oficial, con una única excepción, fue o bien herido, o muerto, o vio al caballo que montaba muerto o herido.”

De regreso a la colina de la que había partido el ataque (concluía el relato), tuvimos que sufrir la misma mano de hierro y padecer el mismo riesgo de disparos de los tiradores en nuestro flanco que a la ida.
Muchos de nuestros hombres fueron alcanzados, hombres y cabalgaduras resultaron muertos, y muchos de los hombres cuyas monturas murieron fueron masacrados cuando intentaban escapar
.”

Si los británicos no fueron totalmente aniquilados fue debido a la intervención de sus aliados franceses. Al ver la matanza que se estaba desarrollando ante sus ojos, los Chasseurs d'Afrique del general francés Canrobert efectuaron un movimiento de diversión para atraer la atención de los artilleros rusos. Gracias a esta providencial intervención, el exterminio de la Brigada no pudo consumarse, aunque sufrió terribles pérdidas:
118 muertos, 127 heridos y la pérdida de 362 caballos.

 


 

Vemos claramente como ha fallado el llamado Principio de Simplicidad.
Las órdenes han de ser lo más sencillas, claras y concisas posibles para asegurar la comprensión.
Si alguna no puede ser ejecutada en esos términos, debe ser dividida en iteraciones hasta que se reduzca su nivel de complejidad.

Otro punto, que se discute en la actualidad es que cabe la posibilidad que no hubiera sido una mal interpretación de las órdenes o en todo caso fue interpretada por Lord Luncan a su conveniencia pues ambos hombres (Luncan y Cardigan) se odiaban mutuamente con toda pasión, que para el caso es lo mismo.


 

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