GUERRA ECONÓMICA.
“Pelear y conquistar en todas las batallas no es la excelencia suprema; la
excelencia suprema es romper la resistencia del enemigo sin luchar "
Sun Tzu
"Los grandes maestros de las técnicas de guerra durante el siglo XXI
serán aquellos que empleen métodos innovadores para recombinar diversas
capacidades a fin de alcanzar objetivos tácticos, de campaña y estratégicos".
"Guerra más allá de los límites".
Cuando hablamos de guerra económica, rápidamente nos viene a la mente el
conflicto China-EEUU. La denominada “guerra comercial” entre estas dos
superpotencias no es sino una sucesiva escalada de imposición de aranceles y
gravámenes especiales a productos y manufactura originales de los países
enfrentados. Pero eso, es solo la punta del iceberg que han revelado los medios
de comunicación.
Hay que hurgar más profundamente para darse cuenta de las estrategias
económicas empleadas. Parafraseando a Clausewitz, la guerra económica es, de
hecho, una guerra que continúa con otros medios, una guerra diferente, más
desordenada y mucho menos legible, más maquiavélica y sibilina, donde el
engaño, las trampas y los chantajes están a la orden del día.
Daré unos datos reveladores e interesantes:
Sabemos que el extraordinario ascenso de China en la jerarquía del poder es el
resultado directo del espectacular crecimiento económico. Los 30 años de sólido
crecimiento económico le han proporcionado a China el poder económico y
muscular requerido para imponerse en la comunidad de las naciones. China ha
utilizado su poderío económico como el arma más potente de su estrategia de
guerra sin restricciones, para dar forma a la geopolítica en su beneficio.
China ahora confía cada vez más en la estrategia de cerco económico y
penetración para por ejemplo, obligar a Taiwán a la unificación. También, China
ha utilizado la guerra económica como arma estratégica en la disputa de
soberanía con Japón sobre la cadena de las Islas Senkaku.
En 2010, después del arresto del capitán de un barco pesquero chino cuando
colisionó con barcos de la guardia costera japonesa, China tomó represalias al
sancionar la exportación de minerales y metales de tierras raras a Japón. Estos
minerales son un componente crucial de los equipos eléctricos que Japón exporta
a los Estados Unidos y los países europeos.
Cualquier oposición o representación contra el reclamo de China en el Mar del
Sur de China, en las islas Paracel y Spartley, Scarborough y James Shoals o en
muchas otras disputas similares que se extiendan hasta las islas Ntuma al norte
de Indonesia provoca una reacción inmediata de China que se traduce en una
acción de coerción económica.
Cuando Noruega le otorgó al disidente chino Liu Xiaobo el Premio Nobel de la
Paz en 2010, China redujo drásticamente sus compras de salmón a Noruega y
detuvo las conversaciones comerciales. Cuando las tensiones aumentaron entre
Filipinas y China por una disputa territorial en el Mar del Sur de China, China
dejó que los plátanos filipinos se pudrieran en sus puertos.
Por otro lado, vemos que China está ofreciendo préstamos a las naciones
económicamente débiles para proyectos de infraestructura, sabiendo muy bien que
estos países no podrán pagar el préstamo.
Los contratos para tales proyectos se otorgan a empresas chinas que emplean aún
más mano de obra china. Además de generar empleo, China también ha podido
aumentar su influencia estratégica y capturar nuevos mercados. Como una
cuestión de hecho, los términos del préstamo se hacen de tal manera que, a
primera vista, la oferta parece demasiado atractiva para rechazarla, pero
pronto incluso el pago de intereses sobre estos préstamos se vuelve inviable.
Por ejemplo: La construcción del puerto de Hambantota en Sri Lanka es uno de
esos casos en el que los chinos se ofrecieron a construir un puerto que no
tuviera ninguna viabilidad económica. La oferta fue tal que el gobierno de Sri
Lanka cayó en la trampa. Al finalizar el puerto, el gobierno de Sri Lanka
estaba pagando el 90 por ciento de sus ingresos ganados en el servicio de la
deuda que había contraído para la construcción del puerto en Hambantota. Para
pagar los intereses acumulados y pagar la deuda, el gobierno de Sri Lanka tuvo
que arrendar el puerto de Hambantota a los chinos por un período de 99 años.
Estas estrategias económicas, son las mismas utilizadas por los EE.UU durante
décadas, con sus aliados a través del Fondo Monetario Internacional (FMI), el
Banco Mundial, el sistema de compensación bancaria SWIFT y el comercio mundial,
entidades financieras estrechamente ligadas a la política americana, donde se
dan créditos a países para la realización de proyectos inviables y crear una
deuda impagable, llamada “trampa de deuda de infraestructura” entonces esos
países no tienen una economía libre, han perdido su soberanía y la capacidad
económica. (¿Os suena de algo?).
Los países que no otorgan a los Estados Unidos el control de sus sectores
petrolero y financiero o privatizan sus sectores clave a entidades distintas a
las americanas, están siendo aislados por los Estados Unidos, imponiendo
sanciones comerciales y aranceles unilaterales que otorgan ventajas especiales
a los productores estadounidenses en violación de los acuerdos de libre
comercio con Europa, Asia y otros países.
Los funcionarios estadounidenses justifican los aranceles y las cuotas de
importación ilegales, según las normas de la OMC, por motivos de
"seguridad nacional", alegando que Estados Unidos puede hacer lo que
quiera como nación "excepcional" del mundo. Los políticos
estadounidenses están librando una nueva guerra fría contra Rusia, China, Irán
y otros países exportadores de petróleo que Estados Unidos está tratando de
aislar, si no puede controlar sus gobiernos, el banco central y la diplomacia
extranjera.
Los estrategas estadounidenses imaginan que su país es la economía esencial del
mundo, sin cuyo mercado otros países deben sufrir depresión. La Administración
Trump cree que no hay alternativa para otros países, excepto para que sus
propios sistemas financieros dependan del crédito en dólares estadounidenses.
¿Que podemos aprender de todo esto? No solo que la vida económica no se reduce
a una sucesión de frentes competitivos y choques de poder, sino que el
capitalismo no puede reducirse al juego libre de la oferta y la demanda.
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